Una empresa es amorosa cuando avanza un paso más en la orientación cliente, donde se deja de pensar en el cliente, fríamente y con números, estadísticas, probabilidades o unidades de compra. Una empresa amorosa es aquella que hace que sus clientes se sientan queridos, se sientan importantes y valorados. Son aquellas empresas que despliegan un conjunto de seguidores que demandan afecto y que entregan afecto por nuestra marca, por nuestra empresa.
En nuestra vida personal, nos sentimos orgullos de formar parte de la vida de alguien, nos sentimos importantes por estar cerca de alguien ¿Es esta la realidad de nuestras empresas, de nuestra actividad profesional en el ámbito internacional? Si no es así no estamos cumpliendo el paradigma de nuestro tiempo de global, personal y no local.
Cuando me contratan como asesor a los empresarios y gerentes de las empresas y me preguntan que estrategia es la mejor para vender en China o en Estados Unidos o en Colombia, por poner un ejemplo, yo les respondo con la misma pregunta: “¿A cuántos chinos conoces? ¿Con cuántos chinos has hablado de negocios?” generalmente la respuesta es que con ninguno. Nuevamente les pregunto. “ o sea qué te vas a ir a China para hablar de negocios con un chino ¿no?” La respuesta es afirmativa.
Una empresa amorosa no solo ama a las personas, sino que ama el país donde está presente, ama su cultura y respeta sus idiosincrasias. Para empezar a querer un mercado, antes hay que empezar a querer a su gente. Antes de ir a vender a un país, antes de ir a hacer negocios a un país hay que comenzar por establecer contactos y amistades con la gente de ese país que vive en España.
Uno deja de ser local cuando su círculo de contactos profesionales, de amistades profesionales es global y personal.
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